La reina descalza(c.1) by Ildefonso Falcones

La reina descalza(c.1) by Ildefonso Falcones

autor:Ildefonso Falcones
La lengua: spa
Format: epub
Tags: sf_history
editor: www.papyrefb2.net


Milagros los había mantenido escondidos y se los entregó por sorpresa antes de salir hacia la iglesia, después de que la Trianera y las otras tres gitanas permitieran que su padre y Caridad accedieran de nuevo al piso; un collar de coral, una pulserita de oro y una mantilla de raso negra estampada con flores coloridas que había conseguido prestados para la boda. La gitana ensanchó la boca en una sonrisa tras entrar en la iglesia de Santa Ana y reparar en Caridad, situada en primera fila, a la vera de su padre, tratando de permanecer tan erguida como los gitanos que la rodeaban y ataviada con su vestido colorado, la mantilla sobre los hombros y las joyas en cuello y muñeca. En lo que no reparó la muchacha fue en lo forzado de la sonrisa con que Caridad respondió a la suya: presentía que tras el matrimonio, su amistad decaería.

—¿Seguiremos siendo amigas después de la boda? —se había atrevido a preguntarle Caridad con voz temblorosa, después de un largo circunloquio plagado de carraspeos y titubeos, algunos días antes de la boda.

—¡Claro que sí! —afirmó Milagros—. Pedro será mi marido, mi hombre, pero tú siempre serás mi mejor amiga. ¿Cómo podría olvidar lo que hemos pasado juntas?

Caridad ahogó un suspiro.

—Vivirás conmigo —había asegurado Milagros después.

El torrente de gratitud y cariño que destilaron los ojillos de su amiga le impidieron reconocer que ni siquiera había planteado aquella posibilidad a Pedro.

—Te quiero, Cachita —susurró en su lugar.

Sin embargo, lo cierto era que ambas se habían ido distanciando. Milagros no había vuelto a cantar en la parroquia ni en la posada después de los villancicos de Navidad. De vez en cuando Rafael García contrataba para ella saraos particulares en casas de nobles y principales sevillanos, de los que obtenían mayores beneficios que las míseras monedas con que les premiaban los clientes de Bienvenido. Caridad había sido excluida de aquellas fiestas por orden de la Trianera. Con esos dineros y tantos otros que los padres de los novios tuvieron que pedir prestados, pudieron pagar los fastos de una boda que se iba a prolongar tres días; no había familia gitana en España que no se arruinase a la hora de celebrar un enlace matrimonial.

En el fugaz cruce de miradas, Milagros fue incapaz de reconocer la impostura en la sonrisa de su amiga: su atención se centraba en Pedro García, el joven gitano que, vestido con chaquetilla morada, calzón blanco, medias rojas, zapatos de punta cuadrada con hebillas de plata y montera en mano, parecía alentarla con su magnífica presencia a ponerse a su altura, frente al altar. ¿Estaría ella tan guapa y elegante?, dudó la muchacha.

Pedro extendió una mano y con su solo roce la aprensión por su aspecto se desvaneció entre un millar de alfilerazos, como si las pavesas de la mayor fragua trianera hubieran estallado en su derredor. El gitano presionó su mano en el momento en que se volvieron hacia el párroco y Milagros cerró sus sentidos a todo lo que



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